Friday, March 02, 2018

Mons. Romero y la «Placuit Deo»


AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:


Una Nueva Meditación sobre la Coronilla Romero
#BeatoRomero #Beatificación
En la nueva carta a los obispos «PLACUIT DEO», la Congregación para la Doctrina de la Fe explica la enseñanza del Papa Francisco sobre dos tendencias desviadas en la Iglesia actual, que el Pontífice compara a dos antiguas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo.  Sin entrar en todo un discurso teológico sobre esas cristologías desacreditadas, quisiera profundizar un poco sobre cómo el Beato Óscar A. Romero nos ayuda a navegar esas corrientes erróneas en el mundo de hoy, y específicamente cómo el equilibrio que mons. Romero nos señala, se vislumbra en la Coronilla del Beato Romero.
A propósito de explicaciones previas, el Papa Francisco habló de las tendencias que él tilda de “neo-palagianismo” y “neo-gnosticismo” por primera vez en una audiencia privada con la directiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR) en junio del 2013, a pocos meses después de haber sido elegido papa.
En esa ocasión, definió el “neo-palagianismo” como una tendencia que pone demasiada importancia en un formalismo rigoroso: prácticas y disciplinas, incluyendo formulas anticuadas y “restauracionistas”.  El papa cita el ejemplo de un grupo que le escribió para felicitarlo por su elección, diciéndole, “Santidad, le ofrecemos este tesoro espiritual; 3.525 rosarios”.  Asegurando, “yo la tomé con respeto”, no obstante cuestiona, “esto de llevar las cuentas”.
Por otro lado, Francisco arremete contra el “neo-gnosticismo”, el cual define como una ideología de “una elite más formada” que presume haber superado toda estructura eclesial y llega hasta los límites del “panteísmo”.  Cita el ejemplo de “una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos”.  Francisco teme que tales prácticas espirituales “se saltan la encarnación” de Cristo.
Para el Papa, “El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco este panteísmo”.  En cambio, un Cristiano puede asegurarse de no perderse la marca “Si mirás a las periferias; los indigentes. ¡los drogados! La trata de personas. Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio”.
En la Coronilla del Beato Romero, seguimos a Mons. Romero desde su ordenación sacerdotal hasta su martirio y vemos cómo mantiene un equilibrio constante entre su vida sacramental y su servicio a los pobres.  Romero tiene en todo momento dos caminos por enfrente, y puede caer en el error de elegir de manera absoluta a uno, con la resultante exclusión del otro.  Puede optar por una vida estrictamente sacramental, o puede poner todo el esfuerzo detrás de una promoción meramente humana.  Romero evita caer en una espiritualidad truncada, poniendo las dos tendencias en sano equilibrio, buscando su apalancamiento.
En cada una de la “Maravillas Eucarísticas” meditadas en la Coronilla, vemos este balance siendo negociado.  Cuando vemos al joven padre Romero celebrar su primera Misa solemne en la primera Maravilla, se está anclando en la roca segura de la Iglesia, dedicándola para pedir la protección constante del Romano Pontífice.  En la «PLACUIT DEO», la Congregación para la Doctrina de la Fe nos asegura que la forma más eficaz de evitar caer en error es al mantenernos en comunión con la Iglesia.  La carta fue promulgada el día de la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, para encarnar aquel “Sentir con la Iglesia” que Romero hizo su lema.
En la segunda Maravilla, el Arzobispo Romero convoca la ‘Misa Única’ después del asesinato de un querido sacerdote.  Es otra forma de aferrarse a la Encarnación. Romero descarta como una “fe vaporosa” la de “muchos cristianos que creen que cuando se habla de estas cosas es meterse la Iglesia en política”.  Romero enfatiza que “La fe de Israel era la fe de su propia política, era la fe y la política convertida en un sólo acto de amor al Señor”.  Pero si Romero opta por encarnar a la Iglesia en la realidad social, no lo hace despreciando a los sacramentos. Al contrario, la ‘Misa Única’ pone en gran relieve la importancia de la Eucaristía.
La tercera Maravilla nos muestra a Mons. Romero yendo a Aguilares a rescatar las Hostias profanadas durante la ocupación militar de ese pueblo, y deteniéndose a alentar y redimir la dignidad de la población atropellada y ofendida por aquella toma del pueblo.  Es una fuerte dosis del balance de las dos tendencias, la espiritualidad sacramental y “lo social”.  Romero está completamente centrado en el Cristo que perdura en la Hostia, y el Cristo que se encuentra en el pueblo pobre y desnudo que tiene enfrente.  En esta estampa vemos a un Romero en sintonía total con la enseñanza de «PLACUIT DEO», ya que no se pasa ni un milímetro en exceso a favor de la espiritualidad rigorosa o la espiritualidad vaporosa, sino que mantiene su fe en equilibrio, reconociendo el verdadero fervor que balancea a las dos.
La cuarta Maravilla mantiene este equilibrio sin tambalearse o perder la resolución.  Romero invita a los fieles a observar una Hora Santa de Adoración Eucarística en un hospital, para poder visitar a los enfermos, ya que en ellos también está Cristo.  En cuanto somos salvados ... por la oblación del cuerpo de Jesucristo”, dice «PLACUIT DEO», para poder vivir “en fidelidad a la carne de Cristo”, los cristianos debemos también vivir “en fidelidad al orden concreto de relaciones que Él nos ha dado”—es decir, comprometidos con nuestros hermanos, por ejemplo los enfermos. (PD, 14.)
Finalmente, en la quinta Maravilla, vemos al Beato Romero convirtiéndose en “sacrificio y celebrante” en su última Eucaristía, fusionando en la culminación de su vida sacerdotal, los valores que la han nutrido.  El Beato Romero predica con elocuencia el mensaje de «PLACUIT DEO», cuando nos aconseja no quedarnos con un sacramento inerte, que no redunde en el bien de los demás, sino convertirlo en el grano de trigo del evangelio que da fruto. “Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo”—predica Romero—“no para sí, sino para dar cosechas de justicia y de paz a nuestro pueblo”.  No para redimirme yo mismo a mí sólo, sino para vivir mi fe en el seno de la Iglesia.

Y después de predicarlo con sus palabras, lo predica con su sangre, con su martirio.  Esto es la síntesis de «PLACUIT DEO».  No sólo una sacramentalidad rigorosa.  No sólo ser un bienhechor a cuenta propia.  La fidelidad a Cristo nos impulsa a hacer las dos cosas, a la misma vez, y en sintonía la una con la otra, y en la comunidad de los demás creyentes.

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